Un Abrazo y Un Beso
Cuando tenía nueve años, me diagnosticaron con diabetes de tipo uno. He batallado con la condición desde entonces y empecé a desarrollar problemas con mi riñón a los veinte años. Después de quedar embarazada en 1995, mi riñones dejaron de funcionar.
Los médicos intentaron tratar mi condición con dieta y medicamentos. En ese momento yo era una profesional joven intentando cursar estudios graduados para obtener un PhD y mantener a la vez un equilibrio entre mi vida familiar y profesional. Siempre me sentía extremadamente cansada y me faltaba mucho la energía, y ésto se convirtio en mi nuevo estilo de vida – empecé a pensar que éste era mi nuevo estado “normal.”
Recuerdo levantarme cada mañana, sentarme en la cama y pensar “el día apenas empieza y yo me siento tan cansada y tengo todo este día que me espera.” Tenía que obligarme a cumplir mis responsabilidades y luchar por cuidar a mi hijo, Angel. Debido a mi salud, no sentía que podía pasar tiempo dedicado a él y quería hacer más. Cuando él recibío una bicicleta nueva y me suplicaba para ir a correr, yo iba con él, pero tenía que sentarme y solamente observarlo. No podía participar como las otras madres y ésto me fue muy difícil.
Durante el otoño de 2001, los doctores me inscribieron para recibir un trasplante de riñón y páncreas. Estaba lista para esperar por un largo tiempo porque los médicos estimaban que la espera por un órgano podría durar años. Mi familia fué un enorme sistema de soporte en ese momento, especialmente el abuelito de mi esposo, Santiago o “Papa Chago”. Él siempre cariñosamente me llamaba su Nena y siempre se mantuvo positivo, y me alentaba y oraba por mí para recibir un trasplante.
El 12 de Abril de 2002, Papa Chago falleció y mi familia estaba inconsolable. A causa de que estaba esperando para un trasplante cuando él murió, la familia de mi esposo nos pidieron que no asistiéramos al funeral, y que nos quedaramos en casa en caso de que recibiéramos “la llamada”. Pensamos que era una posibilidad pequeña que recibiéramos una llamada tan rápido – pero nos quedamos en casa y no asistimos a su funeral a pesar de que por dentro se nos partía el corazón.
Fue una gran sorpresa cuando recibimos la noticia el próximo día que un riñón y páncreas estaban disponibles para mí. En mi familia chistamos que fue en parte provisto por Papa Chago, y que cuando llegó al cielo, seguido se encargó de encontrar un donante para mí. Yo pienso que él estaba mirando desde arriba y sonriendo, sabiendo que mi vida continuaría a gracias a este increíble regalo.
Inmediatamente después de mi cirugía, me sentí mejor de lo que me había sentido en muchos años y estaba emocionada por vivir. A causa de mi enfermedad, cuando era niña, crecí pensando que no viviría para ver los 30 años . ¡Pero que emoción es poder decir que ya he cumplido los 40! Ahora, no soy diabética y estoy muy agradecida de no tener que depender de insulina.
Yo estoy muy agradecida por esta segunda oportunidad de vivir mi vida y tener buena salud. Mi trasplante me ha ayudado a lograr mi meta de terminar mi grado doctoral en genética molecular y ahora soy una editora de revistas científicas, un trabajo que me encanta. Pero, lo que es más importante papa mí es que yo estoy aquí para disfrutar de los detallitos de la vida, las cosas de todos los días, y la oportunidad para tener un día mas…y otro después de ése.
Todos los dias me siento agradecida de que yo estoy aquí y puedo simplemente ser. Puedo ser una madre para mi hijo y darle amor, orientación y consejos cuando él lo necesita. Puedo ser una esposa y crear un hogar y una fundación sólida para nuestra familia, y proveerle amor y compañerismo a mi esposo. Puedo compartir las sonrisas, los abrazos, los besos, las palabras dulces, y ofrecer una mano de ayuda cuando alguien lo necesita. Puedo compartir mi pasión de hornear, especialmente los pasteles de cumpleaños, con mi familia y mis amigos. Las cosas “pequeñas” que, cuando uno refleja sobre de la vida, en realidad son las cosas “grandes”, porque éstos son los momentos que traen alegría – y todos esos momentos que puedo apreciar ahora los tengo gracias a mi donante.
Para mí, la mejor parte de mi día es al fin del día, cuando mi hijo, mi esposo y yo nos damos un beso y un abrazo de buenas noches juntos. Ese abrazo y beso es un símbolo de agradecimiento de uno al otro, pero lo que es más importante, es también una promesa y una esperanza para otro día más juntos que podemos estar aquí el uno por el otro.
En fin, si algún día logro conocer a la familia de mi donante, claro, yo les daría gracias a ellos primero que nada por este regalo tan maravilloso de La Vida, pero lo que es más importante, les daría un abrazo y un beso.